Las plantas en el dormitorio, ¿nos roban el oxígeno mientras dormimos?
Una idea sofisticada, transmitida de generación en generación, es que las plantas nos roban el oxígeno mientras dormimos, por lo que no es recomendable su compañía por la noche.
La idea de esta creencia surge de los procesos que utiliza una planta para sobrevivir: la fotosíntesis y la respiración. La primera ocurre durante el día y así es como las plantas obtienen el carbono que necesitan para sobrevivir. Y gracias a la clorofila, pueden fabricar su alimento a partir de agua, minerales y dióxido de carbono, creando el oxígeno que respiramos.
La respiración, a su vez, tiene lugar en las mitocondrias, donde los carbohidratos sintetizados durante la fotosíntesis se vuelven a convertir en moléculas inorgánicas: agua y dióxido de carbono. En resumen, durante la respiración, que ocurre durante la noche, las plantas toman oxígeno y emiten dióxido de carbono.
No están robando nuestro oxígeno.
Este mismo punto, el consumo de oxígeno, planteó la pregunta: ¿las plantas son buenas por la noche o estamos corriendo riesgos innecesarios al dormir junto a ellas?
Debido a que este tema ha provocado mucho debate, fue estudiado por investigadores de la NASA ya en la década de 1980. Para ello, realizaron un experimento en un invernadero, en el que la concentración de dióxido de carbono debería ser incluso significativamente mayor que en un dormitorio con unas cuantas macetas. La evidencia fue abrumadora: ninguno de los participantes experimentó falta de oxígeno o problemas respiratorios mientras dormía en el invernadero.
Y sucede que la cantidad de oxígeno que necesita una planta para respirar es mucho menor que la que necesitamos nosotros. Expresado en cifras, se estima que un humano utiliza de media un 2-3% del oxígeno de una habitación, mientras que una planta no necesita ni el 0,1%. En otras palabras, sería más peligroso compartir nuestra habitación con otro homo sapiens que con un geranio.
Tampoco eliminan los compuestos orgánicos volátiles.
El origen de este otro mito, el de la eliminación de los compuestos orgánicos volátiles, se lo debemos a un ingeniero químico, Bill Wolverton, que lo observó a fines de la década de 1960 mientras dirigía un centro de investigación de guerra biológica del Ejército de EE. UU. en Florida y pudo limpiar los restos de el compuesto naranja con el que estaba trabajando.
Desde entonces, la NASA no ha dejado de realizar estudios destinados a investigar si las plantas pueden purificar el aire en ambientes cerrados como las estaciones espaciales. A finales de la década de 1980, con el famoso «Estudio del Aire Limpio», llegaron a la conclusión de que existen una serie de plantas que, además de absorber dióxido de carbono y liberar oxígeno, también producen contaminantes orgánicos, especialmente benceno, formaldehído y tricloroetileno puede absorber.
El benceno se produce a partir del humo del tabaco, detergentes, jabones y pinturas, el formaldehído de muebles de aglomerado, alfombras, artículos de plástico y tapicería, y finalmente el tricloroetileno es un derivado de los productos de limpieza de alfombras y ropa, cartuchos de impresora, pinturas y barnices.
En el estudio, los científicos concluyeron que no todas las plantas pueden brindar este beneficio adicional y que cinco fueron las “más capaces”: el poto, el spatifilo o lirio de la paz, la sanseviera, la palma de bambú y el ficus robusta.
Bueno, aquí están las malas noticias: cuando midieron la cantidad de plantas que se necesitarían para afectar la calidad del aire en una pequeña oficina, concluyeron que se necesitarían entre 100 y 1000 especímenes. En definitiva, aunque las plantas eliminan las toxinas del aire, su capacidad es insignificante.
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